El sentimiento vasco en Darío Regoyos

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Autora: María Inés Olaran Múgica

En estas fechas merece ser recordada la fuerte presencia de los vascos en la capital en un momento de florecimiento del arte vasco representado por reconocidas figuras de la arquitectura, pintura, escultura y artes decorativas. Con este motivo, debemos también recordar la figura del pintor Darío de Regoyos y Valdés (1857-1913) cuya obra estuvo presente en los principales escenarios artísticos de Madrid, aunque no siempre fue suficientemente valorada. Regoyos fue asturiano de nacimiento, pero su sentimiento vasco marcó toda su vida y su obra, que estuvieron íntimamente ligadas a nuestra tierra y a nuestra cultura, habiendo sido uno de los artistas que mejor la han representado.

Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920

Hace ahora cien años, el 1 de junio de 1920, se celebró en el Palacio de Cristal y el Palacio de Exposiciones del Parque de Madrid, como era llamado en la época el parque del Retiro, la inauguración de una nueva edición de la Exposición Nacional de Bellas Artes, certamen artístico organizado por el Ministerio de Instrucción Pública que venía celebrándose desde 1853 para exponer obras de pintura y grabado, escultura, arquitectura y arte decorativo tanto de jóvenes promesas como de autores consagrados.

Para formar parte del jurado de la exposición habían sido nombrados personajes tan relevantes como Carmen Baroja, Eduardo Urquiola, Antonio Palacios, Joaquín Otamendi y Elías Salaverría, entre otros. Sin embargo, Salaverría dimitió más tarde alegando que se había faltado a los acuerdos adoptados sobre la admisión de obras. Entre el 9 de febrero y el 9 de abril se habían recibido unas mil seiscientas obras, pero el jurado había rechazado muchas de ellas, decisión que fue calificada de injusta y arbitraria. Entre las causas alegadas se encontraba la falta de espacio: desde hacía algunos años se habían levantado voces ante la necesidad de construir un nuevo lugar de exposición que sirviera como Palacio de las Artes, permitiendo la presentación de un mayor número de obras. Los defensores del alto nivel de algunas de las obras pictóricas que habían sido rechazadas organizaron en el Círculo de Bellas Artes una exposición paralela formada por unos veinticinco cuadros, evidenciando la división de opiniones que existía en la época entre quienes aceptaban las nuevas vanguardias en las bellas artes y quienes defendían el clasicismo.

Este certamen no recibió críticas tan favorables como habían tenido otras ediciones anteriores, alegando algunos la ausencia de grandes figuras. Opinaban que la mayoría de las obras presentadas eran de artistas jóvenes aún desconocidos, faltando una importante presencia de autores consagrados y se acusaba a los primeros de carecer de ideas estéticas, aunque dominaran la técnica.

En el campo de la pintura abundaban los paisajes y retratos, pero los cuadros de composición eran muy escasos y la crítica se dirigió a destacar el derroche de luz y color de los artistas expresados, principalmente, en sus cuadros naturalistas, pero faltando en sus obras verdaderas composiciones que transmitieran emociones y que hubieran sido realizadas con esfuerzo intelectual, es decir, siguiendo las normas del clasicismo que había reinado en el panorama artístico español.

En pintura y grabado se exhibieron cuadros de tendencias y técnicas muy variadas, alternando los destacados maestros con las jóvenes promesas españolas y extranjeras. Entre ellos se encontraban obras de figuras como el malagueño José Moreno Carbonero -premiado con diferentes medallas en numerosas exposiciones nacionales e internacionales-; el madrileño José Gutiérrez Solana -premiado con mención honorífica en la Exposición Nacional de 1907 y con tercera medalla en la de 1917- y los valencianos Juan Antonio Benlliure y Cecilio Plá -premiado este último con la tercera medalla en las exposiciones nacionales de 1884 y 1887, segunda en las de 1890 y 1892 y primera en la de 1904-.

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Inauguración de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920. Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, las infantas Isabel de Borbón y Luisa de Orléans y el ministro de Instrucción Pública, Luis Espada y Guntín, entre otros presentes a este acto.

Presencia de artistas vascos

Sin embargo, la presencia artística vasca fue sobresaliente. Entre los pintores vascos se encontraban los vizcaínos Álvaro Alcalá Galiano -premiado con la tercera medalla en las exposiciones nacionales de 1897 y 1899 y con la segunda en la de 1901-; Ramón de Zubiaurre -tercera medalla en la Exposición Nacional de 1908 y segunda en la de 1915-; Ángel Larroque -tercera medalla en la Exposición Nacional de 1917- y Eduardo Urquiola -tercera medalla en las exposiciones nacionales de 1889 y 1904, consideración de tercera medalla en la de 1901 y segunda medalla en la de 1915-; los guipuzcoanos Elías Salaverría -primera medalla de la Exposición Nacional de 1912- y Ascensio Martiarena, así como un vasco francés, el bayonés Leandro Oroz -segunda medalla en las exposiciones nacionales de 1915 y 1917-.

Las obras presentadas fueron -principalmente- paisajes y retratos, encontrando entre las de temática vasca el retrato del aguafortista Ricardo Baroja -obra del asturiano José Ramón Zaragoza– quien había sido premiado con la primera medalla en la Exposición Nacional de 1915. De tema vasco se encontraba también la obra “Puerto de San Sebastián” -óleo del murciano José María Almela Costa– y “Pinares de Ulía” -del valenciano Augusto Comas Blanco-.

Se consideró que el nivel artístico de las obras escultóricas presentadas en la exposición era más elevado que en el caso de la pintura; sin embargo, los escultores vascos tuvieron escasa presencia, figurando los bilbaínos Valentín Dueñas Zaballa -tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1915- y Quintín de Torre y Berástegui. Quien destacó sobre los demás escultores fue el artista cordobés de origen vasco, Mateo Inurria, que había sido premiado con la segunda medalla de escultura en la Exposición Nacional de 1895 y con la primera en la de 1899.

En el certamen de 1920 concurrió con la presentación de la estatua ecuestre en bronce del Gran Capitán –Gonzalo Fernández de Córdoba– realizada por encargo del ayuntamiento de Córdoba para colocarla sobre un pedestal que estaba preparado desde hacía varios años en la calle del Gran Capitán de esta ciudad y, también, un escudo de España que había de figurar en el lateral del pedestal del monumento. Además, el reconocido escultor presentó “La Parra” -desnudo de mujer en mármol negro- y “Forma” -torso de mujer en mármol corinto-, obras que actualmente se encuentran en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía y, además, “El ídolo eterno” -desnudo de mujer en mármol negro-. Mateo Inurria obtuvo la Medalla de Honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920, siendo elegido por 65 de los 119 votos.

Mucho menos relevante fue la presencia de arquitectos vascos, con una sola representación: la del arquitecto vasco-francés Alberto de Palacio y Elissague, que presentó junto con el arquitecto catalán Francisco Borrás Soler, tres cuadros del monumento a Alfonso XIII para ser instalado en la glorieta de su nombre en Madrid. Por último, en la sección de artes decorativas figuraron los artistas bilbaínos Valentín Dueñas Zaballa y Emilio Herrero.

Darío de Regoyos

Uno de los artistas más destacados de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920 fue el ya fallecido Darío de Regoyos y Valdés, que había sido premiado con la tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908. Regoyos era asturiano de Ribadesella, aunque de origen vasco por línea paterna por ser nieto de vizcaínos de Balmaseda. El pintor había viajado por Francia, Bélgica, Alemania, Holanda, Italia, Inglaterra, Suiza y Marruecos, haciéndolo también por casi todo España y cambiando frecuentemente de residencia, dejando plasmados en su obra lugares y escenas muy variadas de su país.

Había realizado exposiciones en varios de estos países de Europa, además de México y Argentina, y en España expuso en San Sebastián, Bilbao, Madrid y Barcelona. Desde su inicio como artista tuvo grandes detractores que no admitían las nuevas ideas sobre pintura importadas de Francia, pero desde que fue premiado en 1908 por su cuadro “La procesión de encapuchados de Fuenterrabía” su reconocimiento fue creciendo. Para entonces, le quedaban pocos años de vida, falleciendo en Barcelona en 1913.

La Asociación de Artistas Vascos, 1911-1937

Darío de Regoyos fue uno de los primeros miembros que figuraron en la Asociación de Artistas Vascos, institución cultural y artística fundada en Bilbao en 1911 y que permaneció activa hasta 1937. Sus objetivos fueron la promoción y desarrollo de las bellas artes mediante la organización de exposiciones, concursos y conferencias, la creación de una biblioteca y la dotación a los artistas de los medios necesarios para que enviaran sus obras a exposiciones que se celebraran fuera de Bilbao.

La última exposición organizada por la Asociación de Artistas Vascos en la estuvo presente la obra de Regoyos aún con vida, fue la organizada en San Sebastián en 1913. En ella expusieron algunos de sus afiliados entre los que figuraban Quintín de la Torre con su obra “Patrón Vasco” y Teodoro de Anasagasti con su proyecto de monumento a la reina María Cristina en la isla de Santa Clara -entre otros conocidos escultores-. En pintura destacaron Alberto Arrúe, Alfonso W. Sena, Marie Garay, Anselmo Guinea, Gustavo de Maeztu, María Melania (Mela) Mutermilch, Pablo Uranga, los Zubiaurre, Julián de Tellaeche y Darío de Regoyos, quien ya era reconocido como uno de los principales artistas entre todos ellos.

Varios años después del fallecimiento de Regoyos, la Asociación de Artistas Vascos había inaugurado en Madrid -el 4 de noviembre de 1916- una exposición en el Palacio de Bellas Artes del Retiro, donde se expusieron más de doscientas cincuenta obras de pintura, escultura, grabado y artes decorativas. El renacimiento pictórico que estaba dándose en la región vasca era considerado de gran importancia y al acto de inauguración asistieron el ministro de Instrucción Pública y el director general de Bellas Artes, estando encargado de la representación de la Asociación de Artistas Vascos en Madrid el artista Gustavo de Maeztu, que había sido uno de sus fundadores.

Según una crónica de esta exposición realizada por Margarita Nelken publicada en el volumen VI de la revista Museum, fuera de las exposiciones nacionales que se celebraban cada dos años, no se había celebrado nunca en Madrid una exposición artística tan importante y de especial valor como manifestación de una región determinada. En la muestra destacaron los pintores Darío de Regoyos, Valentín y Ramón de Zubiaurre, Gustavo de Maeztu, Juan de Echevarría y Francisco Iturrino. En esta ocasión estuvieron expuestas veintitrés obras de Regoyos y en palabras de Nelken sobre este pintor: “[…] nunca se vio reunión tan completa de la producción del malogrado artista bilbaino”.

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Cartel de Antonio de Guezala para la Exposición de Arte del Palacio del Retiro en 1916

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Inauguración de la Exposición de Artistas Vascos, Madrid. Palacio del Buen Retiro, 1916.

Hermes

Pocos meses después de celebrarse en Madrid esta exposición, comenzó en enero de 1917 a publicarse en Bilbao la revista Hermes, cuyo último número apareció en julio de 1922. La revista publicó escritos inéditos y difundió obras de los más destacados intelectuales y artistas vascos de la época como Unamuno, Baroja, Maeztu, Zuloaga, Zubiaurre y Regoyos -entre muchos otros-. La revista dedicó a Darío de Regoyos un ejemplar monográfico -el número 15- publicado en marzo de 1918 cuando ya habían pasado algunos años desde su muerte. En este ejemplar, algunos artistas destacaban diferentes aspectos de su obra y de su personalidad, como Pedro Mourlane Michelena, Juan de la Encina (pseudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal) y Joaquín de Zuazagoitia. En 1921 Regoyos fue también protagonista en un artículo publicado por Ramiro de Maeztu en el número 7 de la misma revista titulado “Homenaje a Regoyos”.

Naturalismo de Regoyos

Volviendo a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920, en esta muestra se presentaron seis cuadros al óleo de Darío de Regoyos -representante del naturalismo y del impresionismo- siendo cuatro de ellos de temática vasca, titulados según el catálogo de la exposición: “Entierro”, “Dax”, “Durango” y “Garden party”, por los que su obra recibió elogiosas críticas debido a las composiciones idealistas, sencillas, ingenuas y espontáneas de paisajes y escenas cotidianas, que eran mostradas en escenarios simples. El crítico de la muestra, Juan de la Encina, que la calificó de “desdichadísima exposición” se preguntaba por qué Darío de Regoyos “el más grande de los paisajistas españoles” figuraba en ella, donde sería juzgado por un jurado de artistas inferiores y fracasados.

Sobre el origen de Regoyos

Según el crítico de arte Manuel Gálvez, Darío de Regoyos fue el primero que pintó de una nueva manera después de haber muerto Francisco de Goya, siguiendo el concepto de arte que tenían los maestros del impresionismo y siendo cronológicamente el primer artista español que asumió este movimiento artístico. También según este crítico, Regoyos encontró en el País Vasco el marco adecuado para mostrar su temperamento y llegó a ser el revelador de esta región, el descubridor de su belleza profunda y sugestiva en el arte.

En el ambiente cultural no existía una noción clara de cuál era la naturaleza de Darío de Regoyos. El pintor había nacido en la localidad asturiana de Ribadesella y desde allí había viajado por numerosos países y por muchas regiones de España. Durante una larga etapa de su vida había vivido en diferentes lugares del País Vasco y por esta razón, además de por la temática de su obra pictórica y por sus frecuentes expresiones de amor hacia lo vasco hicieron creer a muchos que el artista era natural de esta región.

Citando algunos casos en que se confunde su origen, en el catálogo de obras expuestas en París por la Sociedad de Artistas Independientes en 1890 se le señala como nacido en San Sebastián y, años más tarde, Azorín indica en el Abc del 4 de abril de 1908 que había nacido en las Provincias Vascongadas. Al final de su vida, Darío de Regoyos se había retirado a Barcelona por motivos de salud, donde muchos llegaron a considerarle catalán. Pocos meses antes de fallecer exponía su obra en los salones Dalmau de Barcelona y en el número 6 de la Revista de Gerona del 8 de marzo de 1913 se le calificaba como “eminente pintor vasco”. Meses más tarde se podía leer en el periódico barcelonés La Vanguardia del 31 de octubre de 1913 con ocasión de su muerte a los cincuenta y seis años debido a un cáncer de lengua, ocurrida dos días antes: “La prensa de Bilbao dedica sentidos artículos al fallecimiento de don Darío Regoyos, pintor de Barcelona”. Sin embargo, entre las mejores definiciones se encuentra la que había presentado una de las críticas de la ya mencionada Exposición de Artistas Vascos celebrada en el Palacio del Buen Retiro en 1916:

“¡Cómo el alma se amplía y se exalta y se baña en sublimes magnificencias al verse frente a los paisajes del artista que la muerte se llevó todavía demasiado pronto! Asturiano de origen y vasco de propia elección […]”. (La Esfera nº 151, 18/11/1916, p. 23)

Baroja, Unamuno y Regoyos

Otro personaje más cercano a Regoyos que era Pío Baroja, lo calificó de “vasco de adopción”. De lo que no puede haber duda es del profundo sentimiento vasco que tuvo Darío de Regoyos. En las cartas que dirigió a diferentes amigos, el artista expresaba con un estilo simple y claro su gran inclinación por la tierra vasca. Unamuno decía que Regoyos escribía de un modo encantador y que su estilo epistolar era como su estilo pictórico: simple, preciso, claro y transmitiendo la sensación o el pensamiento con frescura indecible. A la muerte de Regoyos, Unamuno escribió en un conocido diario argentino:

“[…] El sol llorará riéndose sobre su última morada, sobre ese rinconcito en que ahora se agazapa, porque él, Regoyos, amó el llanto risueño del “sirimiri” de la llovizna irisada de mi nativa tierra vasca. Tierra que para él, para el pintor franciscano, fue su segunda patria. Porque si Regoyos nació asturiano acabó viviendo y sintiéndose vasco”.

Y añadía:

¡Tienen las cartas que el paisajista que acabamos de perder escribió tal encanto! Yo creo que debían publicarse y si algún amante del arte emprende tal tarea, yo le ofrezco los (sic) que poseo”. (La Nación, Buenos Aires, 16/12/1913)

Muchas de estas cartas de Regoyos dirigidas a sus amigos Manuel Losada, Ignacio y Daniel Zuloaga, Adolfo Guiard y Miguel de Unamuno fueron compiladas en los años 90 del siglo pasado por el sacerdote José Ignacio Tellechea Idígoras. Una muestra de su cariño hacia la tierra vasca se encuentra en algunas cartas dirigidas por Regoyos al artista bilbaíno Manuel Losada:

“Aquí, el sol le persigue a uno por todas partes en la calle, en la exposición, en casa, sobre esta hoja de papel. Si el sol es la alegría, este pueblo es bien alegre, pero así como se desea el sol para la vida no me pasa eso para pintar. ¿Qué se podría hacer aquí con una paleta en la mano? ¿Dónde se metería uno para encontrar una armonía pictórica? El otro día estuve en El Pardo, y entre aquellos árboles, que han crecido mucho, no pensé ni en Goya ni en sus majas, ni en Velázquez ni en sus princesas, que algún día pasaron por allí en litera. Pensé en un pedacito de campo verde de Guipúzcoa o Vizcaya, y que entre caseríos, bajo un cielo gris, me dejaran pacer como una vaca”.

En 1911, un año antes de la celebración de la Primera Exposición de Arte Moderno en Bilbao organizada por la Asociación de Artistas Vascos, Darío de Regoyos expresaba:

“Querido amigo Losada: por Zuloaga, que ha pasado por aquí estos días, sé que organizan ustedes una exposición sin madrileños, sin sevillanos ni valencianos. ¡Qué delicia! En fin, que en dicha exposición habrá extranjeros y algún vascongado solamente. De modo que habrá arte gracias a tan buena medida”.

A su muerte, el crítico de arte Josep María Jordá le dedicó las siguientes frases:

“Era Regoyos uno de los pintores españoles que más honraban a nuestra Patria y que había llevado triunfalmente por tierras extranjeras el nombre de España. […] Pequeñito, sonriente, con sus ojillos penetrantes y un marcado acento vascuence, era un terrible revolucionario de la pintura y era el más apacible revolucionario al mismo tiempo”. (La Mañana, 4/11/1913)

Sin haber sido suficientemente valorada en vida, hoy la obra de Darío de Regoyos está presente en los mejores museos y colecciones y en ella se representan los principales rasgos de la cultura vasca. ¿Quién de nosotros no ha sonreído al contemplar las obras de Regoyos que nos han recordado lugares y escenas de nuestra tierra y que nos resultan tan familiares, tiernas y cercanas? Porque sus cuadros son documentos de una época que no sentimos tan lejana y pocos como él lograron transmitir en sus obras la esencia de la región vascongada, que prefirió a todas las demás regiones a las que dedicó su pintura.

Regoyos

Regoyos II

Regoyos en un retrato fotográfico y un retrato a lápiz realizado por Daniel Vázquez Díaz.

 

2 comentarios sobre “El sentimiento vasco en Darío Regoyos

  1. Inés Olaran dice:

    Muchas gracias Isabel. Cada vez queda menos para que volvamos a reunirnos en las interesantes actividades que organiza la Bascongada.

    Un fuerte abrazo.

  2. Inés Olaran dice:

    Muchas gracias Íñigo. Es realmente interesante el estudio de la presencia vasca en Madrid desde cualquiera de sus aspectos y épocas. Un fuerte abrazo.

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