Poesía vasca contemporánea (I)

Harkaitz cano

La poesía vasca escrita en euskera a partir de 1990

Autora: Isabel Montero Garrido de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Fragmento de la conferencia impartida en Euskal Etxea el 19 de febrero de 2020

En el inicio de los años noventa la situación de la poesía vasca escrita en euskera era precaria ya sea por la escasez de voces o bien por la poca producción editorial en poética. Hasta 1996 no se puede hablar de un índice estable de publicación en este ámbito.

En los años 80 por ejemplo se dieron a conocer casi el doble de poetas que en esta época.

A pesar de esto estamos hablando de una época en la que la poesía vasca siguió viva y en proceso de crecimiento, con una calidad literaria dentro de un ámbito actual, moderno y universal.

Podemos hablar de uno de nuestros grandes poetas, Juan Mari Lekuona que publicó en 1990 un poema neobarroco. ”Mimodramak eta ikonoak” (Mimodramas e iconos) con un recorrido simbólico por las referencias culturales y religiosas de un pueblo vasco intrahistórico. Lekuona echó una mirada hacia atrás, recreándose en los sentidos ocultos de la tradición cultural, una inmersión dentro de las raíces del pueblo vasco. Trabajó dentro de una estética simbolista que nos sirve para realizar la descripción de una de las corrientes presentes a partir de los 90.

En 1989 Koldo Izagirre, otro importante escritor publica “Balizko erroten erresuman” (En el territorio de los molinos imaginarios). Este escritor trabaja en la línea de las vanguardias históricas y ha traducido a euskera a Maiakovski y a Salvat-Papesseit, lo que sin duda nos da unas claves de su estética, una estética vanguardista.

Estéticas

Nos encontraremos con dos estéticas: vanguardista y simbolista es decir, dos maneras de hacer poesía. Dos formas que se han dado también en una tradición europea. Por tanto, estas dos formas de hacer establecen dos caminos por donde transcurre una de las tensiones que expresaba la tradición poética de la modernidad.

Unos escritores siguieron una tendencia y otros otra, atendiendo en cualquier caso a las distintas voces que cada autor reclama para su obra.

La corriente simbolista tiene la palabra metafórica como base y acumulación de la estética que estarían presentes por ejemplo en la poesía de José Luis Padrón y en la obra de Mirari García de Cortazar. De ahí esa tendencia de adorno en el lenguaje, de exploración de sentimientos y de cercanía a la poesía de la experiencia.

En esta línea trabajan también Jose Felix Azkona y tal vez la elaboración poética de Alain López de la Calle, Y no debemos olvidarnos de Aurelia Arkotxa.

Cerca de este estilo, pero con una constante filosófica y un acercamiento al a expresión del pensamiento, puede encontrarse la poesía de Pello Otxoteko. En este ámbito simbolista de alguna forma también está la obra de Karlos Lizanasoro y quizá la obra de López de Muguerza que explica bien la tendencia a cierto barroquismo que buscan en la expresión las lenguas minoritarias y en la creación de un mundo basado en un lenguaje lejano a la lengua común.

En este momento la poesía de la experiencia tiene una vigencia importante. Una poesía en la que domina la intimidad y el yo. Nombrar a Gerardo Markuleta, Ricardo Arregi Diaz de Heredia y en un tono más “beat” a Pako Aristi.

La poesía de la experiencia

La poesía de la experiencia es un terreno poético que surgió en Granada en 1983 de la mano de tres poetas: Luis García Montero, Javier Ejea y Álvaro Salvador. Consiste en una definición de la expresión y la formulación poética, que nada tiene que ver con la formulación de lo cotidiano. Vino marcado por los conceptos de historia y reflexión moral, y partía de las ideas expresadas en el personaje filosófico Juan de Mairena de Antonio Machado que defendía que para llegar a una poesía nueva acorde con los tiempos era necesaria una nueva “sentimentalidad”.

Este concepto lo explica Juan Carlos Rodríguez Gómez (Vitoria 1942, Granada 2016), catedrático, escritor y ensayista que recoge indicaciones poéticas de Jaime Gil de Biedma y el ilustre magisterio de Rafael Alberti. En este sentido acuña el término de “radical historicidad” y lo expresa en lo que viene a decir que la literatura es un producto del sujeto, y este no es otra cosa que producto de la historia.

En este sentido tomo como ejemplo la poesía escrita en euskera a la expresión de Ricardo Arregi (Vitoria (1958) que para ello adopta una forma de poema claro y otorga a todas las cosas animadas e inanimadas, al pasado y al presente, su identidad. Otro poeta interesante en el sentido de su obra dentro de otra sentimentalidad es Markuleta (Oñate 1956) como hemos nombrado, con una poesía de los días pequeños.

El realismo sucio

El realismo sucio, como corriente literaria estará también presente en la poesía en euskera. Por ejemplo, Paco Aristi y su formulación de una poética de la vida diaria de la sociedad.

Otra forma de hacer poesía se centra que ya hemos citado antes, se constituye en torno a la vanguardia y a la poesía del inconformismo.

Por ejemplo, Harkaitz Kano es una figura clave para entender esto: crea una poesía de la deshumanización de la ciudad con un lenguaje surrealista.

En síntesis, la relación con el realismo sucio a la sombra de Raymond Carver, más tarde de Paul Auster, como la poesía de Bukowski son algunas claves en las que se ha movido la poesía en euskera en la década de los 90 dentro de esta vanguardia de la que hablo.

La poesía que llega de Galicia en este momento con Manuel Rivas a la cabeza va a ser de importancia relevante también en cuanto a influencia.

Por tanto, hablar de poesía de Vanguardia es hablar de una poesía de la condición humana, con unos guiños de “generación Beat” y el realismo sucio como influencias más destacables.

Y hasta aquí hemos visto las estéticas fundamentales que se desarrollan y que aparecerán con mayor o menor intensidad en los autores, independientemente de las voces particulares de cada uno.

Identidad femenina

No quiero olvidarme de la construcción estética de la identidad femenina presente en las obras de Miren Agur Meabe, Isabel Diaz y Ana Urkiza. Sus obras representan un mundo simbólico que explora la conciencia femenina.

Me queda por último referirme a un poeta y novelista que ha cambiado el panorama de la literatura en lengua vasca: Kirmen Uribe. No solo por el éxito internacional que ha suscitado, sino por su relación con la palabra, su relación con el público y por romper la dinámica entre simbolismo y vanguardia, iniciando una nueva estética que podemos reconocer bajo el nombre de postmodernidad.

Una renovación silenciosa, sin debates, sin grandes rupturas y que desde la profundidad de la visión sobre la condición humana ha sabido encontrar una nueva forma de decir. Esa forma que desde la claridad habla a la conciencia y a la sensibilidad de las personas.

(Fuente de Jon Cortazar, Montañas en la niebla)

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