Por qué soy de la Bascongada?

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Autor: Álvaro Bermejo

Allá donde fuiste dado a luz y abriste los ojos por primera vez, allá donde tu primer latido, allá donde tu primera palabra. Por más que te pelees con ella, nunca puedes dejar de amarla. Porque ésta es tu tierra. ¿Ese es también tu horizonte? El nacimiento es destino; el horizonte, elección. Yo elegí escribir. Y antes que escribir, aprender. Sesenta años después, nada me apasiona más.

Comencé a aprender haciendo entrevistas que, más que un trabajo, fueron un privilegio para mí. La primera, Gabriel Celaya; la segunda Aita Barandiaran. Y así sucesivamente. Muchos de mis entrevistados me conocían por mi actividad literaria. Y no eran pocos los que pertenecían a la Bascongada. No recuerdo uno solo que se privara de invitarme a formar parte de ella: Miguel Tellechea Idígoras, Julio Caro Baroja, Elías Amézaga, Juan Ignacio Uría, Juan Plazaola, Manuel Lekuona, Juan Garmendia Larrañaga, Ángel Cruz Jaka, Bixente Zaragueta, Miguel Pelay, Jorge Oteiza.

Sobre Jorge de Oteiza

Cada encuentro con estos personajes clave en nuestra cultura fue el preámbulo de una amistad continuada hasta el final de sus días. Siendo todas inolvidables, ninguna me marcó más que la frecuentación de Oteiza. Si de todos ellos aprendí a conocer y a amar nuestra Euskal-Herria, él me enseñó precisamente aquello que fundó la Bascongada: entenderla más allá del crisol identitario, como un fractal de modernidad abierto al cruce de ideas, insertándola en la gran cultura europea de la que formamos parte.

Academia errante
Academia errante

Jorge me hablaba de la Academia Errante, de Lope de Aguirre, de Aresti y Lauaxeta, pero también de su estética y su filosofía: Miguel de Unamuno y Carl G. Jung; los caballos de Ekain pero también Malevich; Walt Whitman junto a Bilintx, Iparragirre con Mikel Laboa, pero también con Georges Brassens, Levi-Strauss al trasluz de sus pastores de Urbia. Cada encuentro, una lección.

Cuánto extraño su ausencia y cuánto lamento algo irreparable: ser tan joven entonces, carecer de la experiencia vital necesaria, entonces, para valorar su mirada en su extraordinaria medida. Releo sus obras constantemente, y así reaprendo sus lecciones. Todas magistrales, sabias, profundas. Clarividentes.

aranzazu
Arantzazu

Arantzazu

A finales de los ’80 el genio de Orio deploraba la decadencia cultural del País Vasco, sordo a las voces de toda una generación que se iba yendo sin que nadie se cuidara de mantener vivo su legado. No le faltaba razón. En la década anterior fuimos capaces de levantar propuestas estéticas tan avanzadas como el conjunto monumental de Arantzazu –( una construcción coral entre los mejores, Oiza, Chillida, Basterretxea, el mismo Oteiza)-. Entonces nuestra cultura, sin dejar de ser milenaria, nos situó a la vanguardia de Europa. Hoy visitamos Arantzazu como quien visita el Partenón. ¿Dónde podemos encontrar en nuestro territorio creadores de la talla de aquéllos? ¿Qué hemos hecho con su legado? ¿Quién se ocupa de aggiornarlo y difundirlo más allá de nuestras fronteras? ¿Quién ha tomado el relevo en cuanto a creación y proyección?

Soy de la Bascongada por responsabilidad

Nos queda la Bascongada, y el rumbo que elijamos para ella. ¿Qué puedo aportar yo? Bien poca cosa: mi mala memoria, mis libros, mi pluma, una mirada, mi horizonte. Entonces, ¿por qué razón formulo esta solicitud? Por una sola palabra: responsabilidad.

Siento que estoy en deuda con quienes fueron mis maestros. Precisamente cuando ya no están aquí, cuando todos ellos nos han dejado, cuando el silencio en torno a su obra y su palabra va en paralelo a la amnesia electiva que nos ocupa, creo que quienes les conocimos estamos obligados, en la medida de nuestras posibilidades –bien humildes las mías-, a tomar el relevo.

Tanto da que éste se ejerza desde una tribuna o desde la leal infantería. Aquellos Caballeritos de Azkoitia que la fundaron en el XVIII extendieron su triunvirato a un elocuente Irurak Bat que abraza por igual el Asmoz ta Jakitez de Eusko Ikaskuntza y a los catorce apóstoles de Oteiza en Arantzazu, entendidos como los remeros justos –o los argonautas-, de su trainera estelar. “Remo hacia adelante, sin dejar de mirar hacia atrás”, solía decirme, tantas veces. No se me ocurre mejor rumbo para la Bascongada del XXI, y entiendo como un honor entrar a formar parte de esta tripulación. Por ellos, por nosotros, por todos los que vendrán tras nosotros.

El futuro pertenecerá a quien sea capaz de aunar esas dos miradas. Las dos miradas de Oteiza. Y una más –nuevamente Irurak Bat-, la de la Bascongada.

Álvaro Bermejo

Madrid. 16 de Junio de 2019

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