Autor: Iñigo de Yrizar
Socio de Número de la RSBAP
La pintura expresionista de Rafa Legorburu reta las convenciones artísticas. El arte, como la vida, se mueve por infinidad de impulsos que surgen de las múltiples y variadísimas experiencias de los seres humanos, pero entre todas destacan, precisamente, las que se sitúan en los bordes de lo que se considera razonable por las ideologías dominantes, la moral del momento o los gustos de la época.
Los que viven y producen estas experiencias son los denominados marginales, bohemios, outsiders, ácratas o revolucionarios. Y son ellos, precisamente, los más destacables en el conjunto de la sociedad porque son los que la activan y, de esa manera, a contracorriente frecuentemente, hacen avanzar el arte.
Artistas «malditos»
En literatura y en arte la denominación más propia para estos artistas innovadores e inconformistas es la de “malditos”.
Los “malditos” son quienes frente a los convencionalismos artísticos y sociales se guían por su propio instinto y anteponen al reconocimiento general y al éxito social su propia voluntad artística. Anteponen a cualquier otro criterio formal o académico la búsqueda de la perfección en su oficio y la guía suprema de su subjetividad. Creen en lo que hacen por encima del eco que la crítica o el público pueda concederles. Su paga suele ser el “ninguneo” general.
La vida de los artistas “malditos” va inevitablemente unida a su arte “maldito”, lo que les hace vivir con frecuencia en la incomprensión, el abandono, el fracaso y la pobreza. En la historia del arte occidental son muchos los ejemplos de artistas “malditos”, pero elegiremos uno muy característico: Vincent Van Gogh. Con una visión de la pintura muy personal y rompedora para su tiempo fue condenado al fracaso. Dicen sus biógrafos que pintó más de novecientos cuadros, pero sólo vendió uno en vida: Viñedo rojo, en 1888, sólo unos meses antes de morir en 1890. Su triunfo y reconocimiento artístico vino después de muerto.
Porque la vida de los artistas “malditos” es tortuosa y participa, sino de todos, de algunos de estos rasgos: bohemia, energía, frenesí, drama, tragedia, frustración…. Pintan como viven y con estos ingredientes mueven el carro del arte y lo llevan a escenarios imprevistos que acabaran convirtiéndose en clásicos y en modelos para artistas posteriores. Aquí podemos citar a artistas como Gauguin, Utrillo, Schiele o Modigliani, a quien sus amigos Cocteau, Picasso y Brancusi, apodaron “el maldito”.
El mundo interior de Rafa Legorburu
Pues en la invitación que con carácter general hice en este blog el pasado día 21 de junio con el título ¿QUÉ CREAN LOS ARTISTAS VASCOS DE AHORA… EN EUSKADI?, para que entre todos fuéramos descubriendo artistas vascos actuales de calidad que no han sido sonreídos por los dioses con el éxito y el reconocimiento que se merecen, tengo una propuesta que hacer: se llama, Rafa Legorburu y es de Bilbao.
Como en otros artistas contemporáneos la pintura de Rafa Legorburu es un constante desafío a nuestras convenciones artísticas pues a fuerza de ser sincera y personal retrata el mundo desde su interior inconformista y desde su sensibilidad hiperagudizada para observar el mundo que le rodea.
Así, entre los ilustres pintores malditos de hoy, Rafa Legorburu sintoniza de manera particular con la desbordante pintura de Francis Bacon, que descoyunta, desenfoca y desestructura la figura y el rostro humano para poder dar así la imagen más real y auténtica del frágil y desnortado ser humano de nuestro tiempo. Bacon no produce imágenes amables pero aporta un testimonio imprescindible para conocernos mejor. Éste es también un aspecto destacado de la obra de Rafa Legorburu que con introspección, energía y determinación observa lo absurdo del ser humano, con una sinceridad que apabulla.
Paisaje con autorretrato. 2000. Óleo sobre madera. 86,5×46,5 cm.
Rafa Legorburu, pintor de amplia formación, licenciado en Bellas Artes por la UPV-EHU en Lejona, ha creado un mundo propio que huye de corrientes ideológicas, sociales o políticas, para construir una obra personal que hunde sus raíces en su propia experiencia vital a la que es fieramente fiel, aunque con ello se juegue el éxito social y económico.
Relato personalísimo
Junto a la figura humana otro de los temas recurrentes en la obra de Legorburu es el de la ciudad que aparece con frecuencia como un escenario borroso e inhóspito en el que pueden transparentarse rostros o figuras fantasmales que parecen atrapadas y luchan por escapar de un espacio que las ahoga.
Figura y fondo, persona y urbe, siempre en movimiento, componen una dialéctica, violenta y agobiante, que muestra un cierto relato, sincero y honesto, de nosotros y de nuestro tiempo, relato en el que no siempre nos gusta vernos reconocidos.
Pero este es el más profundo sentido del arte: darnos la oportunidad de reconocer nuestro mundo y nuestra realidad y, así, reconocernos a nosotros mismos. Con frecuencia lo que hoy es rechazado y “maldito” será mañana un “clásico”, fuente para nuevos artistas que traten también de reflejar su propio tiempo.
Algo así pudo pasar con otro “maldito” de la pintura como Caravaggio que fijó su observación en lo marginal y con frecuencia abyecto de su tiempo. O en el terreno musical, lo ocurrido con la música de jazz que nacida de la pobreza, la marginación, la disonancia y lo primitivo ha entrado ya plenamente en el ámbito de lo “clásico”. Me resulta muy sugerente que el jazz sea también un tema singular de la pintura de Rafa Legorburu y una afición muy personal.
Técnica pictórica
Para tratar de comprender un poco mejor a nuestro artista me parece relevante la siguiente confidencia. Dice Rafa Legorburu: “Como proceso pictórico siempre he usado dos caballetes, con dos soportes, lienzos o madera… uno a la izquierda y otro a la diestra. El de la izquierda, para obra muy elaborada, obra personal o encargos, el otro para soltar emociones, impulsos, obra más emotiva, de trazo más libre, pero controlado».
“Este cuadro -continúa el artista- corresponde a estos últimos. Tras tres o cuatro horas de estar con un encargo que requería detalle a tope, comencé éste, era como respirar aire fresco y salió fluido, dinámico … en mi mente tenía escaleras, edificios, pueblo … lo asumí, fui consciente a media ejecución del cuadro”, y concluye Rafa Legorburu: “… fue un vómito plástico y cromático que salió fácil por el apoyo técnico (oficio) ya recorrido” y concluye: “Es un cuadro que hoy al verlo me sigue gustando y emocionando».
Expresionismo cromático
En su pintura, de un rabioso expresionismo, es importante destacar el fuerte cromatismo de unas pinceladas amplias y seguras que mueven ricas gamas, con frecuencia de grises, ocres, verdes y rojos que tratan, sobre todo de conmover al espectador y golpearlo con sentimientos fuertes para no dejarle indiferente.
Bilboko Wall Sreet. 1991. Óleo sobre lienzo 130×146 cm.
Rafa Legorburu, que idolatra la pintura de Velázquez, sabe que el arte, o remueve y conmueve, o es mera decoración. ¿Es Rafa Legorburu un pintor “maldito”? No lo sé. Sin duda es un pintor que merece la pena conocer.
Para ponerse en contacto con el artista en el e-mail: rafalegorburu66@gmail.com
Hay gente con talento,hay «buena gente» de limpia mirada y magnánimo corazón, con cultura y la sensibilidad necesaria para disfrutar buceando por el alma humana, sin juzgar y tan solo sentir. Lo inusual es que anide en la misma persona.un saludo
Rafa Legorburu.
Me gusta la pintura de rafa Le tuve como profesor un curso por el ayuntamiento y la verdad me pareció una persona muy interesante y su forma de pintar un saludo