RECORDANDO A PIERRE LOTI
Autor: Francisco Javier Aramendia Gurrea
El pasado mes de junio y concretamente el día 10, se cumplieron cien años del fallecimiento de Pierre Loti. El acontecimiento ha pasado desapercibido en esta época de ruido y agotadora lucha política ante la inminencia de unas elecciones generales trascendentales.
Julien Viaud, conocido literariamente como Pierre Loti, era ya cuando llega a Euskal Herria unescritor conocido, que acababa de ser elegido, en 1891, miembro de la Academia Francesa, en
reñida pugna con Emile Zola.
Marino de guerra
Retrato de Pierre Loti
Su llegada al País Vasco en ese mismo año, no fue relacionada con su oficio literario, sino que tuvo que ver con su otra vocación, la de marino. En efecto, era marino de guerra y como talfue destinado al mando de la cañonera ”Le Javelot”, en misión de vigilancia en la frontera francesa, con sede en Hendaya.
Era diciembre de1891 y Loti, poco familiarizado hasta
entonces con sus vecinos de la frontera sur, iniciaba una nueva andadura en un mundo que le iba a deparar vivencias insospechadas.
Al principio toma su destino en Hendaya sin gran entusiasmo, pero como menciona su biógrafo Pierre Montaut: ”en pocos meses queda subyugado por esta tierra vasca en que se
juntan la belleza de la naturaleza, el mar, la montaña, los matices infinitos de la luz, los campos y los bosques, los prados verdes y las landas”.
Tal es su enamoramiento con su nuevo país que poco después, con más de cuarenta años, se une sentimentalmente con una chica vasca de 27 años, Crucita Gaintza, con la que tuvo varios
hijos. Para demostrar todavía más su enraizamiento alquila y después adquiere un caserío a orillas del Bidasoa, “Bakar Etxea”, que conservará como un refugio toda su vida.
Esta estancia iniciática en Euskal Herria se extiende por más de 7 años, hasta casi el final de la década de los noventa del siglo XIX, tiempo en que recorre muchos lugares, participa en fiestas
y acontecimientos, como ”El Alarde”, de San Marcial, la “Ezpata Dantza” o las Danzas Suletinas, en San Juan de Luz. Evoca también a J.M. Iparraguirre “un bardo con apariencia de iluminado que porta una guitarra, compositor de canciones patrióticas sediciosas o amorosas”.
Sobre su obra y estilo
Retrato de Pierre Loti
Escribe novelas de ambiente vasco sobre contrabandistas o pelotaris, como “Ramuntcho”, relatos de costumbres, etc.. No pierde tampoco ocasión para exaltar su interés por el euskera: “esa lengua milenaria de desconocido origen que el pueblo vasco ha sabido tozudamente conservar”.
Sobre el estilo literario de Pierre Loti o su aproximación al mundo vasco podríamos decir que está, en general, impregnado de romanticismo, por su lirismo y amor a la naturaleza y teñido
incluso de lo que Eduard Said llamaría “Orientalismo”. Loti, marino de guerra de profesión, había participado en las guerras coloniales francesas, en Indochina y Oriente Medio. Conocía,
por tanto, esas culturas que dejaron una fuerte impronta en él, como joven oficial de marina.
Por eso, leyendo sus relatos se puede detectar como una nostalgia, un echar de menos el Oriente y eso lo traslada, en cierto modo, a nuestro País Vasco. Para él esta tierra es
meridional, el sol es cegador, se detecta influencia árabe y las costumbres y ritos tienen, lo intuye, algún parentesco con el Oriente que él ha conocido. Es un país distinto y exótico.
Recorriendo su obra nos encontramos con abundantes testimonios de su encantamiento estético, de una melancolía teñida de sentimentalismo o incluso de cierto fatalismo.
Así, las páginas estremecedoras en que describe la llegada hasta su puerta, en Hendaya, de grupos de vagabundos, lisiados y mendigos españoles atribulados por la pérdida de las colonias en 1898 y la miseria de las familias de soldados derrotados que buscan su salvación en la emigración a América, mientras imploran en Hendaya un poco de pan. (“Reflets sur la Sombre Route”)
Por otra parte, su amor por Euskal Herria y su prístina belleza le hace temer por su degradación paisajística y de costumbres como ya entonces comenzaba a atisbarse, sobre todo
en lugares como la señorial Fuenterrabía y su cercana playa de Hendaya, con la profusión de urbanizaciones a imitación de las cercanas Biarritz y Donibane Lohizune, que no son de su
agrado. “¡qué va ser de los frontones de pelota, donde se congregan las buenas gentes vascongadas! ¿Serán sustituidos por el futbol tan vulgar? “, se lamenta.
Loyola
Un episodio de especial interés y que choca con su constante admiración por lo vasco se refiere a la impresión que recibe en su visita al santuario de San Ignacio, en Loyola, que
empieza calificándolo de “nido de jesuitas, que sentado en su trono como soberano inmenso y supremo en su aislamiento, forma una masa imponente gris y triste, de una magnificencia
sorprendente en medio de un país humilde y primitivo” .Esta primera impresión se desarrolla, después, en otras páginas de su relato como ”Figures et Choses qui Passaient”, que asocian a
los jesuitas con la Inquisición y sus persecuciones crueles e implacables. Termina su diatriba descubriendo de alguna manera el origen de su rechazo, confesando que: “experimenta a la vista de Loyola una repulsión instintiva, un viejo rencor de hugonote”.
Pierre Loti abandona al final del 1898 su querido País Vasco con el alma encogida, dudando si volverá algún día y evocando, una vez más, a Iparraguirre y su canción antológica “Adiós Euskal
Herria”. De hecho, Pierre Lotí volvió varias veces, siguiendo los avatares de su carrera en la Marina, falleciendo en su amada ”Bakar Etxea” de Hendaya, el 10 de junio de 1923.
¡Descanse en paz!
Oso ondo